-Cloe… -dije despacio, tito levanto la mirada.
-¿Vamos? –dijo parándose.
-Si… -dije sin darle importancia.
Su auto cada vez más viejo estaba inundado por un olor a perfume “Lacoste”. Vi como el asiento mostraba una mancha de la sombra de ojos de Cloe, por razones que no comprendo nunca a sabido maquillarse sin manchar algo.
-¿Qué fue todo lo de Alexia? –dijo poniendo el motor en marcha.
-ese chico quería conocerla, y yo tenia ganas de ver sufrir a Alexia –dije riendo mientras bajaba la ventanilla.
-¿Qué hiciste para que Alexia aceptara? –dijo distraídamente.
-Me debe dinero –Cloe rió.
-¿volveremos a venir después del loquero?
-Sí, supongo que tu quieres venir a escuchar a las bandas, además, Alexia dijo que nos mataría si volvíamos a dejarla varada en algún lugar –reímos al recordar cuando el cansancio nos gano y no fuimos a recogerla, Alexia llego con los pies hinchados al internado y la castigaron por retraso.
-¿No te molesta?
-no… -dije revisando mi bolso.
-de acuerdo, si cambias de opinión llámame –dijo deteniéndose junto al edificio mas odioso del mundo, lleno de personas que dicen “tratar de comprender”.
-hola –salude a la secretaria de Simón mientras me sentaba en la sala de espera, junto a un chico Punk con el que había hablado muchas veces, según yo, él es normal igual que cualquiera, pero sus padres no lo creían. Al parecer dentro de sus expectativas no estaba “tener gustos diferentes”, la verdad no sé como soporta a su familia, aunque al igual que yo, cuenta los años que faltan para sus 18 años, pero a diferencia de mi, el no repitió un año escolar, lo que significa que en 2 años “será libre”. Le envidio, yo a su edad, contaba los “3 años”.
Vi a otra chica, quien estaba sentada lo mas lejos posible del chico Punk, como muchos, ve su estilo de vida como un derecho, no como una suerte, lo que la lleva a tener muchos prejuicios, en especial con los que no tienen suerte, o con los que no comparten su modo de ver el mundo.
-hola –salude a Víctor (el chico Punk).
-hola –se quito los audífonos y apago su i-pod -¿Cómo estas?
-bien –dije sonriendo –contando años –bromee -¿y tu?
-mejor –dijo despacio mirando en dirección a la oficina de la secretaria –los convencí.
-¿iras a un internado? –dije igual de despacio. Para un chico como él o yo, era mejor estar en un internado (en parte), ya que al tener la presión de tu entorno todo el día, lo más próximo a la “libertad”, era un intermedio, o así es mi forma de verlo.
-sí –dijo algo feliz. Se rasco su pelo extremadamente corto (y disparejo) –entrare yo y algunos de…
-¿a cual iras? –dije, ya que comprendí que se refería a sus amigos, él no los llamaba así, ya que se veían mas como “hermanos”, pero no les daba ese nombre con Simón o su secretaria tan cerca, ya que Simón solía decir que eso era “buscar un reemplazo de la familia” y, obviamente presiona para encontrar algún “porque”.
-no lo sé. Tu sabes que aquí no hay muchos, y mis padres no gastaran mucho dinero en algo que no aprueban del todo, creo que iré a uno de algún otro estado, así podrán decir “se fue a estudiar” –hizo una mueca de desacuerdo.
-si te vas, ¿cambiaras de loquero?
-tal vez, lo mas probable es, que valla a otro, pero de todas formas mis padres querrán que yo venga acá una vez al mes o algo así –pensó un minuto –para ver si hay “progresos”
-una vez al mes, no sabes como te envidio –dije pensando en mi visita por semana.
Se abrió la puerta de la oficina de Simón.
-Tania, puedes pasar –dijo la secretaria.
-aquí vamos de nuevo –giré los ojos en circulo. Víctor rió.
Entre, Simón como siempre con una sonrisa que me enfurecía. Me senté en el sofá siguiendo la rutina de siempre.
Sonreí cínicamente, igual que siempre, aunque obviamente era inútil, Simón sabía tanto como yo, que yo no quería estar ahí.
-hola Tania –dijo despacio, como si se tratara de un paciente de sanatorio mental.
-hola Simón –decir su nombre, ya había aprendido que con solo un “hola” le daría la entrada a una discusión de “¿estoy cansada?” o un “que sucede”.
-¿Cómo van tus vacaciones?
-bien –respondí bastante molesta, ya que él dificulto mis salidas, los padres de Cloe tuvieron que “convencer” a mi abuelo de permitirme ir con su familia en un viaje a Italia, ya que Simón no estuvo de acuerdo, y por poco no puedo ir a la playa con Alexia.
-¿Cómo has estado hoy? –dijo observándome cuidadosamente. Tratando de encontrar la forma de llegar a temas desagradables (o al menos para mí, él parece disfrutarlo)
-Bien – ¿Qué más espera que yo responda?
-¿Solo bien? –indago.
-Sí, no e tenido problemas –respondí sin mover mi rostro.
-¿Qué problemas podrías tener? –Dijo –digo… en un día normal.
-Ninguno la verdad, supongo, nada mas las cosas ordinarias –miraba el reloj de la pared constantemente.
-¿estas apurada? –Dijo viendo el reloj de la pared –recién comenzamos.
-no, no estoy apurada –conteste.
-¿Tienes que hacer algo mas? –estúpido, estúpido, estúpido. Por eso estás soltero.
-No –dije lentamente.
-¿aras algo después de esta cita? –dijo notando mi cínica “calma”
-iré al café –no era necesario especificar que él dudaba si eso era “bueno” para mí.
-¿a trabajar? –Anotó algo en su libreta -¿de noche?
-no, iré a escuchar a las bandas que tocaran –dije cortante.
-¿Cuánto tiempo trabajas? –esto ya se tornaba aburrido. Me preguntaba eso todas las veces que hablaba del Café de Lenny, tratando de ver si le eh mentido.
-tres horas, a las cinco empiezo –dije adivinando la siguiente pregunta.
-¿no crees que tarde salir a las ocho? –dijo.
-no –respondí enfadada.
-¿Cuándo estudias?
-no lo hago, mis calificaciones van bien y no me hace falta repasar después de clases, cuando es necesario, lo hago en el internado y no salgo.
-¿Cuál es el limite de salida de tu internado? - ¿Por qué preguntaba si ya lo sabia? el mismo había ido a preguntar para comprobar si mentía, no puedo comprender porque cree que yo creo que me beneficia mentir.
-las nueve y media, a veces diez de lunes a viernes, las una de viernes a sábado y no se sale los domingos, o al menos para mi para mi clase.
-antes era a las once –dijo subiendo los lentes hasta el principio de su tabique.
-ahora somos mayores, tenemos mas libertad.
-Libertad –repitió. ¡Como fui tan tonta! Tengo claro que esa es una de las palabras prohibidas, una de la palabras que no hay que mencionar, o al menos que no te importe hablar sobre ello durante horas -¿Qué es la libertad para ti?
-tomar tus propias decisiones –respuestas de rutina.
-¿Cómo cuales? –dijo.
-Que comer, que hacer, donde ir –respondí mirando el reloj.
-¿A dónde vas, cuando tienes esa libertad? –una sonrisa curvo sus labios. Aquí lamentablemente, porque me obligan. Me gustaría responder.
Así continuó unas dos horas. Soportarlo me es difícil, y más aun tomando en cuenta que busca el modo de hacerte la vida mas complicada.